Francisco B. Carrera
Tarde de transición la de hoy, una de esas en las que en los mejores casos se dan las citas de los “tapados”, los que vienen sin grandes alardes pero con enormes ambiciones, deseando comerse la Maestranza. Algo así ha sido el festejo de ésta tarde, en el que faltó la ayuda de los toros para que respondiesen con igual empuje que las ganas de los jóvenes toreros. La corrida del Conde de la Maza, muy entipada en presentación, abarcada en su encaste más Núñez, tenía tanto de bonita como de mansa. Es difícil explicar, si es que tiene explicación, que se mande un lote de esa calidad a una Plaza como la maestranza proviniendo del Cortijo Arenales, hierro que se ha ido creando una categoría para ir perdiéndola en encierros como éste. Sólo el mencionado arrojo de los matadores salvó la reputación de los del Conde, que dejaron su carta de presentación en un primer astado mirón, con peligro y con el que Rafaelillo sólo pudo mostrar sus ganas de agradar en su presentación en Sevilla, luchando con su contrincante a más pundonor que maneras, lo que le permitía el desagradecido burel, primero de los que pusieron dificultades para dejarse cuadrar, y sin buena colocación, el de Murcia se lanzó dejándole una estocada correcta que le valió el favor de un público generoso con el esfuerzo que desplegó, al igual que sus compañeros de terna, en su primer festejo en La del Amarillo Albero, con muchísimas ganas de ganarse ése favor, tal como salió, jugándosela a portagayola, a recibir a su segundo, de eterno nombre, Albardonerito, encontrándose con un toro tardo en salir, que se adentra en la arena caminando con una tranquilidad de anciano por el parque, mirando al torero de rodillas y cuyos latidos se podían escuchar desde las gradas como el que mira una fuente, hasta que al final se le arrancó a metro y medio, sin darle la oportunidad de conducir la embestida por ningún lado, llevándose de pleno el golpe. El mansote que desbarató por completo el empeño del murciano en tan complicado trance era el mayor de los hermanos, grandullón y bonito de hechuras, pero ejemplo claro de esa descompensación entre estampa y comportamiento que mencionaba con anterioridad. Desentendido de la lidia en la colocación al caballo, entra muy brusco y cabeceando el estribo, saliendo del peto directo a la querencia. Destacable es el quite proverbial de Vilches que apartó la cara del toro de un banderillero, Luis Carlos Aranda, quizá demasiado desprevenido que pudo haberse llevado un arreón importante. No baja la cara en banderillas, pero a Rafaelillo parecen darle igual todas las asperezas que mostraba, y se lanzó a los medios para brindar a Sevilla un toro que no era para ello, pero bueno, las ganas se agradecen. Doblones apretados y a trompicones ante los cabezazos contantes que suelta en el primer encuentro, apurando después una tanda al natural brusca, en largo y arriba, siguiendo la indicación de la altiva cabeza del toro, que casi desarma a Rafaelillo, tocándole la mano continuamente. Ayudados por bajo y lances muy esforzados en contraposición a la falta de actitud de su rival, que tampoco se dejó cuadrar, y tras un pinchazo y una estocada profunda pero trasera y desprendida que hace amago de escupir, atrona finalmente para darle la merecida ovación al esfuerzo a su matador, que deja una correcta primera sensación en Sevilla.
Quien ya no venía destocado en el paseíllo, habiendo tomado la alternativa en el Templo del Arenal, era el Utrerano Luis Vilches, que no entendió a su primer toro, manso, abanto y mentiroso y que pedía izquierdo a gritos, el único pitón por el que logró tejerle un par de tandas de discreta factura y nula transmisión, sin poder o sin querer exprimir el jugo de un toro que al menos ofrecía movilidad, encontrándole el engaño continuamente. Feísima la estocada muy caída a la derecha, sainete de puntillas y descabellos a sones de aviso, antes de un silencio que mereció pitos, como los que se llevó el toro camino del desholladero. Su hermano, el segundo para Vilches, salió astifino y enrosquetado, huyendo de la lucha en el primer recibo a la verónica, de más intento que contento, y entró al caballo con brusquedad de manso, levantando al caballo y desmontando al picador, dejando el protagonismo para un monosabio que tomando mano de las riendas estuvo unos largos segundos en la misma cara del toro. Complicó también el tercio de banderillas y se entregó por fin al encuentro con la muleta montada en la derecha, en dos tandas repetidas que sacaron música por fin de la grada de Tejera. El toro se revela ahora noblote, dejándose llevar en derechazos profundos, pero faltándole un punto de bravura y transmisión. Con ayudados naturales y trinchera de aceptable estética y ejecución enlaza los mejores compases de una faena ligada y en torero, pero falta de recorrido y enganchando en varias ocasiones los pitones a la franela, sin por ello restarle emoción al asunto. Definición absolutamente desastrosa de una estocada atravesadísima que saca la punta por el costado y deja al toro vivo hasta una segunda algo más correcta. Fin de desmérito para una faena acreditada por la ovación que lo sacó a saludar desde los tercios secándose las lágrimas por la vuelta al ruedo que perdió con la gamuza en la mano.
Quien con mejores sensaciones se fue del Coso del Baratillo fue el madrileño Joselillo, que dejó en la afición sevillana hambre, un apetito por verlo con toros que embistiesen más, adivinando maneras muy en torero en el joven matador que el año pasado sorprendió con una oreja en Madrid, y que dejó su primer sello en el quite por chicuelitas tan ceñidas que en la segunda el toro enganchó los vuelos, por lo que se vino a brindar a Sevilla con toda la carne sobre la brasa. Doblones por bajo, una buena tanda de derechazos y rotura del conjunto cuando el toro lo desarma al dejarle la muleta caída en el segundo de pecho. Muy mirón y poniéndole en dificultades, sin ayudar en ningún momento al empeño del debutante, que le cuaja una tanda breve por el derecho de nuevo. Parón y corto en la embestida, no entra dos veces seguidas a los cites y pierde manos en un par de ocasiones. Una tanda al natural con un buen pase de pecho y un desplante un poco “pa ná”, un ayudado por alto para cuadrarlo y un estoconazo perfecto ponen la ovación final a una faena a la que simple y llanamente, le faltó toro. También por encima de su adversario se mostró en el sexto, un burraco bonito y el de mayor peso de la corrida que salió con ganas y buscando bultos para montar un espectáculo en el tercio de varas, cuando arrolla primero y derriba después al caballo, cayendo éste encima del piquero Rafael Sauco, que quedaron ambos a merced del burel durante demasiado tiempo en el que la multitud de capotes que poblaron el ruedo sin mucho sentido no lograron desviar la atención del toro del bulto en el que había hecho presa y contra el que arremetió en el albero, pareciendo, por el empuje, que podría haber corneado en el pescuezo al percherón, al cual al levantarlo intentaron sacar por la puerta de arrastre, dando la sensación con ello de que lo llevaban directamente al sacrificio aunque finalmente, lo digo con la seguridad de haberlo podido comprobar en el patio de cuadrillas, el animal está intacto y sólo con el golpe y el susto en el cuerpo. Joselillo no se amilanó por el barullo del imprevisto, y le comenzó la faena haciéndole bajar la cara con oficio, trazos cortos en las series con la derecha, casi repetidas, tratando de alargar recorrido en la segunda, antes de firmar peor al natural para casi engarzar de nuevo por el pitón que se deja, con detalles pintureros y desplantes que arrancan buena respuesta del público, como arrancaba cada muletazo, fabricándose la faena pero teniendo que inventarse al toro. Pinchazo y estocada un tanto desprendida para recibir, finalmente la última ovación que lo hace saludar desde los tercios como premio a su entrega y su honestidad, dejando claro que el chico tiene buen fondo y, si tiene toros, puede dar que hablar en un futuro. No habrá problemas a priori para abrirle carteles en más plazas y hacerle un hueco a un muchacho que puede hablar mucho más de lo que lleva dicho, que no es tan poco.
Quien ya no venía destocado en el paseíllo, habiendo tomado la alternativa en el Templo del Arenal, era el Utrerano Luis Vilches, que no entendió a su primer toro, manso, abanto y mentiroso y que pedía izquierdo a gritos, el único pitón por el que logró tejerle un par de tandas de discreta factura y nula transmisión, sin poder o sin querer exprimir el jugo de un toro que al menos ofrecía movilidad, encontrándole el engaño continuamente. Feísima la estocada muy caída a la derecha, sainete de puntillas y descabellos a sones de aviso, antes de un silencio que mereció pitos, como los que se llevó el toro camino del desholladero. Su hermano, el segundo para Vilches, salió astifino y enrosquetado, huyendo de la lucha en el primer recibo a la verónica, de más intento que contento, y entró al caballo con brusquedad de manso, levantando al caballo y desmontando al picador, dejando el protagonismo para un monosabio que tomando mano de las riendas estuvo unos largos segundos en la misma cara del toro. Complicó también el tercio de banderillas y se entregó por fin al encuentro con la muleta montada en la derecha, en dos tandas repetidas que sacaron música por fin de la grada de Tejera. El toro se revela ahora noblote, dejándose llevar en derechazos profundos, pero faltándole un punto de bravura y transmisión. Con ayudados naturales y trinchera de aceptable estética y ejecución enlaza los mejores compases de una faena ligada y en torero, pero falta de recorrido y enganchando en varias ocasiones los pitones a la franela, sin por ello restarle emoción al asunto. Definición absolutamente desastrosa de una estocada atravesadísima que saca la punta por el costado y deja al toro vivo hasta una segunda algo más correcta. Fin de desmérito para una faena acreditada por la ovación que lo sacó a saludar desde los tercios secándose las lágrimas por la vuelta al ruedo que perdió con la gamuza en la mano.
Quien con mejores sensaciones se fue del Coso del Baratillo fue el madrileño Joselillo, que dejó en la afición sevillana hambre, un apetito por verlo con toros que embistiesen más, adivinando maneras muy en torero en el joven matador que el año pasado sorprendió con una oreja en Madrid, y que dejó su primer sello en el quite por chicuelitas tan ceñidas que en la segunda el toro enganchó los vuelos, por lo que se vino a brindar a Sevilla con toda la carne sobre la brasa. Doblones por bajo, una buena tanda de derechazos y rotura del conjunto cuando el toro lo desarma al dejarle la muleta caída en el segundo de pecho. Muy mirón y poniéndole en dificultades, sin ayudar en ningún momento al empeño del debutante, que le cuaja una tanda breve por el derecho de nuevo. Parón y corto en la embestida, no entra dos veces seguidas a los cites y pierde manos en un par de ocasiones. Una tanda al natural con un buen pase de pecho y un desplante un poco “pa ná”, un ayudado por alto para cuadrarlo y un estoconazo perfecto ponen la ovación final a una faena a la que simple y llanamente, le faltó toro. También por encima de su adversario se mostró en el sexto, un burraco bonito y el de mayor peso de la corrida que salió con ganas y buscando bultos para montar un espectáculo en el tercio de varas, cuando arrolla primero y derriba después al caballo, cayendo éste encima del piquero Rafael Sauco, que quedaron ambos a merced del burel durante demasiado tiempo en el que la multitud de capotes que poblaron el ruedo sin mucho sentido no lograron desviar la atención del toro del bulto en el que había hecho presa y contra el que arremetió en el albero, pareciendo, por el empuje, que podría haber corneado en el pescuezo al percherón, al cual al levantarlo intentaron sacar por la puerta de arrastre, dando la sensación con ello de que lo llevaban directamente al sacrificio aunque finalmente, lo digo con la seguridad de haberlo podido comprobar en el patio de cuadrillas, el animal está intacto y sólo con el golpe y el susto en el cuerpo. Joselillo no se amilanó por el barullo del imprevisto, y le comenzó la faena haciéndole bajar la cara con oficio, trazos cortos en las series con la derecha, casi repetidas, tratando de alargar recorrido en la segunda, antes de firmar peor al natural para casi engarzar de nuevo por el pitón que se deja, con detalles pintureros y desplantes que arrancan buena respuesta del público, como arrancaba cada muletazo, fabricándose la faena pero teniendo que inventarse al toro. Pinchazo y estocada un tanto desprendida para recibir, finalmente la última ovación que lo hace saludar desde los tercios como premio a su entrega y su honestidad, dejando claro que el chico tiene buen fondo y, si tiene toros, puede dar que hablar en un futuro. No habrá problemas a priori para abrirle carteles en más plazas y hacerle un hueco a un muchacho que puede hablar mucho más de lo que lleva dicho, que no es tan poco.
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