Ese 30 de agosto de 1985 el torero de Canillejas -nacido en Burdeos- recibió una llamada para sustituir a Curro Romero en Colmenar, quien había presentado un parte médico y se caía del cartel. Una buena oportunidad a las puertas de Madrid, con Antoñete y José Luis Palomar en el cartel. Quienes estuvieron presentes aseguran que esa faena a Burlero, número 46 y con 497 kilos, fue una de las mejores de toda su carrera, en la que se vio a un torero cada vez más maduro.
Habían pasado solamente once meses desde que Yiyo tuviese que estoquear a Avispado, el toro que hirió mortalmente a Paquirri. España todavía estaba conmocionada. José, consciente de la importancia de su faena, se tiró a matar a por todas. Un pinchazo precedió a una gran estocada hasta la bola. El toro estaba muerto. Sin embargo, en el último momento, el de Marcos Núñez se arrancó y levantó al torero del suelo por una pierna, para volver a levantarlo cuando se encontraba caído en el suelo. Le metió el pitón por la axila izquierda y lo volvió a levantar, manteniéndolo sujeto unos escalofriantes segundos.
Los momentos que se vivieron, fueron angustiosos. Yiyo cayó inerte mientras que el toro rodaba sin puntilla, como consecuencia de la estocada. Rápidamente fue llevado a la enfermería. El Pali, uno de los peones de la cuadrilla, le acompaña a toda prisa cuando le oyó decir sus últimas palabras: "Pali, este toro me ha matado". El torero madrileño llegó muerto a la enfermería y los médicos sólo pudieron certificar su muerte.
Las imágenes de la cornada dieron la vuelta al mundo. Un día después, a las cinco en punto de la tarde, el féretro que contenía los restos mortales entraba por la Puerta de cuadrillas para dar la última vuelta al ruedo del coso de Las Ventas, presiddida por las banderas a media asta. La comitiva dio la vuelta al ruedo entre aplausos de la gente, que tiraba flores sin cesar al féretro al grito de ‘Torero, torero'. De ahí, al cementerio de la Almudena, donde recibió sepultura en presencia de más de 10.000 personas.
A esa misma hora, su compañero Antoñete -que un día antes había presenciado la cornada- era cogido de gravedad en la plaza de Almería. "Si no toreo yo, quién lo va a hacer. Voy a hacerlo para dar ejemplo", aseguró el diestro con lágrimas en los ojos. No le faltaba razón. La Fiesta siguió mientras ‘El Yiyo' pasaba a formar parte de nuestra historia.
Fuente: www.burladero.com
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