lunes, 4 de mayo de 2009

Con tó el pescao vendío


Francisco B. Carrera

Primeramente he de disculparme por la ausencia de crónicas en los tres últimos días. Algunos fallos técnicos, unidos a la premura en éstos días tan apretados, me han impedido por completo poder redactarlas y publicarlas con efectividad, aunque de todas formas no habría mucho que destacar en los últimos festejos salvo la oreja arrancada a sangre y de dudoso peso de Matías Tejela en el último toro de una tarde igual de exasperante en el apartado ganadero que las precedentes y reseñar el juego que por fin ha dado una ganadería, la del Campo Charro del Pilar.


Ciao Bambino


De manos de los Fraile ha llegado al fin una corrida de toros con presencia, comportamiento, fondo, casta y bravura, lástima que tocase a una terna que no pudo estar a la altura de las circunstancias. En su despedida de Sevilla, Esplá se encontró con un lote de escasas posibilidades al que debió de enjaretarle las dos faenas, limpias y correctas pero faltas de transmisión, emoción ni argumento, a hilo de tablas la primera, siguiendo los quereres del toro, y de corta duración la segunda, planteándole una imposible batalla a un toro rajado que se salió de la línea general del encierro, uniéndose a la del resto de ganaderías. Lo del Cordobés fue punto y aparte, fue una de las cosas más vergonzosas que he visto en la Maestranza en éste año, junto con la espantá de los tendidos ante el petardazo que soltó la otra salmantina, la del Puerto y Ventana de San Lorenzo, que deberán haber traído los toros de la ventana, porque les había dado un aire. Con el pretendido hijo del esperpéntico llenaplazas de los setenta llegó otro esperpento de calibre indigno de una Plaza de la Categoría de la Real Maestranza. Con dos toros utilísimos y cuajándoles faenas carentes de fundamento, siempre con el pico de la muleta, haciendo lo que para mí y para muchos aficionados se pueden llamar perfectamente payasadas, charlotadas de mal gusto y que llegan a la gente que llega de los pueblos, dejó en evidencia su propia forma de torear, pero lo vergonzoso de verdad fue ver que los tendidos de sol, sobre todo el 12, debía estar lleno de ésa gente de la provincia que se viene a la feria el sábado y que ya que están van a la Plaza, y más si va el Cordobés. Éstos seguro que no han oído hablar en su vida del Fundi, ni conocerán la diferencia entre una revolera y una serpentina, pero se vuelven locos con un tío vestido de luces pegando brincos con una muleta a dos metros y medio de un toro de carril, los dos mejores toros de la Feria, muy probablemente, que no pudieron dar salida a su casta y fijeza para componer una faena de altura, como le podían haber sacado, de lo que llevo visto en la feria, pensando rápidamente, Morante, Manzanares, Cid, el propio Daniel Luque, el Juli o incluso Enrique Ponce. Éstos animales cayeron en manos del bailoteo del Cordobés y los fundió sin saber extraerles nada del jugo que llevaban, pero lo más penoso es que en éstos tendidos de venta rápida de las horas inmediatamente anteriores al festejo, caló ésta parodia de toreo, hasta el punto de que el 12 gritaba “torero, torero” cual plaza de la Algaba, sacando pañuelos y entregadísimos como si hubieran visto algo histórico, gritando “esto es pa darle hasta el rabo” y dejando mil muestras más de chabacanería respondidas de entre los tendidos 11 y 12 con diversidad de opiniones y con gestos de incredulidad desde los tendidos de sol y sombra hacia la del Príncipe, que había alguno por ahí dispuesto a hacer abrir al Cordobés con aquello que alguien llama torear. A lo que nadie puede llamarle ni siquiera intento de toreo es a lo que hizo Javier Conde con sus dos ejemplares. Dos toros fijos, nobles y bravos, dos toros en condiciones, y a los que el malagueño no les enhebró siquiera os muletazos seguidos. Ahora fue al contrario, en lugar de rajarse el toro se achantó el torero. Completamente intimidado por la potencia de los animales no se atrevió a hacerles absolutamente nada, algún posturno pretencioso y mucha cobardía en los supuestos desplantes al tercero, grandes dosis de desvergüenza al ordenar picar, picar y seguir picando al sexto, que empujaba bravucón y fijo en el peto, que salió con la misma potencia a las banderillas, crecido en el castigo, como buen toro bravo, y que dejó sin aliento a un Conde que lleva cosechando pitos y broncas desde hace ya demasiados años como para que siga viniendo a la Maestranza. Que a él lo llaman, vale, pero por lo menos que tenga la vergüenza torera, si es que la tiene, de no aceptar la llamada, que no siga dejándose en evidencia, que no siga ganándose despedidas a almohadillazos, que no siga pretendiendo ser torero artista si no le sale un mozospadas empujando un carretón, que así somos artistas muchos… y ahí lo dejo, que no quiero ganarme tampoco enemistades desastrosas. Con quien ya no cabe enemistad ninguna es con un Caballero del Toreo como Luis Francisco Esplá, un maestro al que se le despide con más cariño del que siempre recibió en una Plaza en la que, si bien es cierto que no firmó páginas memorables, siempre puso su saber estar y su torería sobre el albero Maestrante. Hasta siempre, pues.

Cierre firma Zahariche


Al menos nos quedamos con la satisfacción, como decía un amigo mío a la salida del último festejo ayer, de haber visto en dos días casi todo lo que se puede ver en una plaza de toros. Toros devueltos, toros de lío gordo, toros de todas las capas y hechuras, toreros rajados, toreros valientes, toreros artistas, un espontáneo que se lleva también la enorme satisfacción de haberle dado tres muletazos a un Miura en la Maestranza, un triunfo ganado a hierro por un Ciclón como el de Jerez, Juan José Padilla, enorme con su segundo toro, un tío duro, muy duro, una máquina de improvisar como es el Fundi, un gallo suelto por la plaza en una vuelta al ruedo del mismo Padilla paseando orejas, una vuelta al ruedo que no quiso dar Ventura en la de Rejones de por la mañana… de todo un poco. La matinal de caballos bajó en algo el nivel puesto por los tres jinetes de los que sólo se presentaba uno ayer hace dos domingos, y poco más que el triunfo de Leonardo Hernández se puede reseñar, si preferimos no mencionar el sainete con el descabello interpretado por el hijo de Joao Moura. Por la tarde ya estaba casi todo el pescao vendido, ahí ya no había gente de los pueblos en los tendidos, ahí quedábamos paladares selectos o simplemente partibles apurando la última tarde de toros de la Feria de Abril: la Corrida de Miura. Es la única ganadería que tiene el privilegio de dar nombre por sí misma a un tipo de festejo, tal y como pone en las entradas, tendido, fila, número, puerta, hora, tipo de festejo: Miura, ni corrida ni leches, Miura, material de Zahariche, toros bravos de la dehesa andaluza, encaste añejo y sin variedad de sangre, el toro en estado puro, aunque ayer salieron Miuras que poco se parecían a lo que anuncia el hierro de la A y las medias lunas. Aún así, el primero de estampa era el miura de toda la vida, un auténtico caballo nandrolonado con dos inmensas perchas que podía mirar sin problemas por encima de la barrera, y en su juego se mostró en todo el abanico de posibilidades que ofrece el comportamiento de un toro bravo. Reservón en banderillas, brusco en el peto, manso por momentos y peligroso al calamochear en la muleta, y finalmente bravo, repetidor, obediente a los apuradísimos cites de un grande entre los valientes como el Maestro Fundi, que poco a poco le fue sacando una faena de emoción, de impulso y de técnica, valor y aplomo que le podía haber valido una oreja si no hubiera fallado en una de sus especialidades, la espada. Ésta vez el cañón de la diestra le falló, en sus dos adversarios, y no pudo cosechar más que cerradísimas ovaciones que le llevaron a saludar desde los medios por dos veces. Realmente podía haberse concedido la vuelta al ruedo en su segundo, al que le trazó un faenón en toda regla, sin música, ahí no hacía falta, el ritmo aceleradísimo de los casi docemil corazones acompañando a los latidos del diestro de Fuenlabrada, de los cuales cada uno podía ser el último, acompasaron una muy meritoria actuación en la que los naturales profundos y la improvisación con la derecha, dejándose molinetes y adornos propios de hacérselos a un toro facilón, fueron protagonistas junto a la emoción contenida al pasarse arañando los bordados del terno a un Miura compuesto, bravo y directo, con ese peligro intrínseco que hacía que en cada muletazo el Macareno de Fuenlabrada se jugara la misma vida.
Tampoco anduvo corto de valor, torería e improvisación el que a la postre sería el triunfador de la Miurada, y uno de los que mejor sabor de boca dejó en su actuación en la feria, Juan José Padilla. El excéntrico jerezano, el otro bohemio, ése que tiene la culpa de que muchos d los morantistas se hayan interesado en las corridas duras, acopló a dos toros dificilísimos a su toreo, como siempre, a base de casta, de pundonor, de dos cojones bien colocados en la taleguilla y de técnica del diecinueve. Para Padilla sonó más música que para todos los demás que cortaron orejas desde el domingo de Resurrección, cada tercio de banderillas, espectacular a la vez que puro en esencia, venía amenizado, como decían los carteles antiguos, por una banda de Tejera que parecía que se hubiera ido reservando para soplar con ganas en la última tarde del ciclo. Su primera faena no tuvo eco trompetero, por la falta de codicia del toro al que le pudo sacar más en el capote, abrochando unas chicuelinas al paso que dejaron de punta los pelos hasta del primer toro que ya estaba en el desholladero, que en la muleta, donde se vino abajo con mayor prontitud de la acostumbrada en un Miura. Destacable en cualquier caso la gran lidia que se le marcó a éste morlaco, dirigida con maestría por un torero que tiene muchas cosas raras, pero al que no se le puede negar que es uno de los matadores más completos que existen en el panorama actual, y que a su segundo le arrancó, más que cortar, una oreja de mucho peso. Recibiéndolo con no una ni dos, sino cuatro largas cambiadas citando de rodillas una y otra vez a un miura berrendo que recordaba a aquél al que le cortó las dos y le dejó una vuelta al ruedo hace dos años, se gustó a la verónica, lo lidió con sentido, lo mandó varear lo justo, lo llegó a romper en banderillas, dejándolo sentado del impulso en el tercer par, se comió al toro que no se dejaba comer, se crecieron los dos, se enredaron ambos en una faena de gusto clásico en las formas y de espectacularidad en las maneras, de mucho valor en el fondo. Innecesario describir el amplísimo repertorio que se sacó de la manga poco bordada el Ciclón, inútil desmenuzar los múltiples matices de un toro genial, del que muchos ganaderos que se dedican a aguar sangres bravas y escribir libros con títulos tan irónicos como “del toreo a la bravura” deberían aprender. La faena fue para verla, sentirla, vivirla y arrancarse en óles y uys, desgarrarse al estoconazo y emocionarse al ver como la casta de un Miura le obligaba a no dejarse vencer, a no querer morir, a luchar hasta el último derrote, a ganarse la ovación cerrada que tanto ha tardado en llevarse un toro éste año, mezclada con la petición de oreja bien respondida por la presidencia para un Juan José Padilla que ha vuelto a presentar sus credenciales en La del Amarillo Albero. Alejado de los círculos más mediáticos, conocidos y prolíficos del toreo, éste genio particular siempre sale de Sevilla levantando los brazos, aunque llega sin que más que unos pocos nos fijemos en las hechuras de sus tan personales trajes, sencillos pero precisamente por ello más llamativos, sus monteras pasando al lado del bustillo de bronce con un torero con ése mismo tipo de montera en la puerta 16 y dejándose el humo del cohiba a su paso por la calle Iris. De Valverde éste año no se ha visto tanto como se esperaba, mucha entrega, buen donaire y valor a raudales, está claro, pero no ha tenido sus dos Miuras delante. El primero rajado, falto de emoción ni transmisión, un producto raro de los mansos que a veces salen de Lora del Río, y el segundo, ni siquiera fue un Miura. Un sobrero ya muy corraleado del Serrano, que llevaba allí esperando toda la feria y que salió a morir el último del último día, rompiendo la tradición de que sea un Miura el que cierra las puertas de toriles y arrastre en una Feria en la que la del Príncipe siguió a cal y canto, sigue esperando, a mi entender a Manzanares, para otro año, para otra feria u otro festejo de distinto ciclo.


Pero Abril se nos fue ya en Mayo, otro año más la del Amarillo Albero dice adiós a su feria, con más vinagre que sal, con más toreros que toros, con más dinero que vergüenza por muchas partes y con más pena que gloria en general, pero bueno, todo se acaba, todo comienza, así son los ciclos. Ahora viene San Isidro, después vendrán las de toda la península, terminará la cosa casi con una corta feria de San Miguel antes de ver que se le ocurre echarnos para el día de la Hispanidad a éste nuestro querido Canorea, a ver si cumple el feliz presagio de la encerrona de Morante, a ver si no nos suelta otra de rejones o le da por traer a tres espadas muy conocidos en su pueblo los fines de semana, y a ver si sale otro petardo de ganadería y nos deja otra vez con ganas de ver toros, a ver si así se cierra el ciclo, la Real Maestranza, con su Guajardo Fajardo al frente y con todos los abonados metiéndole caña detrás, los aficionados poniéndola verde y los medios de vuelta y media, y no precisamente al ruedo, le da, de una vez por todas, por poner orden empresarial y devolver el prestigio a la que no será la primera, que puede ser las Ventas, ni será las más grande, porque de hecho es chiquitita y caben un montón de ellas en la Méjico; que no será más antigua que Ronda ni Campofrío, que no será nada de eso, pero que siempre ha sido, es y será, la Auténtica Catedral del Toreo, el Templo de Arenal.


Cohetes


No puedo terminar sin despedirme. Quiero no acordarme de cuando era chico para no hacerme ver que ya no soy tan joven, que mis ilusiones de torero de saloncito con pañito de cocina eran juegos, que las lecciones de sofá en tarde de domingo que me daban mis abuelos enseñándome que es ésto de la tauromaquia están tan lejos en el tiempo como las primeras novilladas de promoción cuando toreaba un tal José Antonio Morante de la Puebla del Río, que los festivales con un Curro Romero de corto ya no se repetirán más en la Maestranza, que las fotos de un niño fabricándose monteras con toallas y enrrollándose capotes d paseo de chantillí de enaje de mesa camilla se repetirán ya, como mucho, cuando La Virgen de la Esperanza quiera que tenga que enseñarle esos juegos al fruto de mi sangre. Pero tengo que recordar todo ésto, y tengo que hacerlo porque éste ha sido el año en el que por fin he cuplido una ilusión enorme, y he tenido la oportunidad de sentarme en los tendidos del Coso del Baratillo en todos los festejos de la Feria de Abril. Me he sentido en casa como nunca entre las arcadas de cal y albero, me he llevado sol para poner moreno a un chino, me he tragado arena en nubes al trote de las pezuñas bravas, he estado en grada, barrera, tendido, primera fila, sillón y hasta en alguna bocana por tardar más de la cuenta, y nunca he podido sentir tan dentro ésta afición que llega a ser pasión como en éstas últimas semanas. No puedo entonces irme sin despedirme.

Gracias, Jesús y Jose Mari, hubiera deseado que compartiésemos más tardes sentados juntos en los tendidos, hemos disfrutado como pocos con esas verónicas al ralentí de Morante, nos hemos reído del miedo como no lo hizo Conde y hemos reventado en un domingo de Miuras que os aseguro en unos años nos daremos cuenta de lo inolvidable que ha sido;

Gracias Jóse, espero fervientemente la tarde en la que nos sentemos a la bohemia y nos fumemos nuestro gran puro viendo al Maestro de la Puebla en ésos ladrillos incomparables, de momento nos quedan muchas tardes de Horno en Evangelista;

Gracias Jose Carlos, es breve pero intenso ese momento de expectación en la Puerta del Príncipe;

Gracias Molés; Gracias Maestro Chenel, las noches de Tertulia han sido cada una una nueva lección magistral en la que ver como aún me queda tantísimo por aprender de las cátedras de éste enorme arte;

Gracias Celi; mil Gracias Cris, criticar mis críticas y seguir mis crónicas ha sido el mejor premio que hubiera podido esperar.

y sobre todo, como no puede ser de otra forma, sin más que decir, porque tu lo sabes todo sobradamente, mil Gracias, Lolo, y millones de Gracias al Señor de la Sentencia por regalarme ese hermano.


Hasta muy pronto, que Dios reparta suerte.

1 comentario:

TROMPETA dijo...

Borja están muy bien las crónicas pero no las puedes hacer más cortas que entra una pereza leer algo tan largo no puedes sintetizar, ojo, no digo que no estén bien sino que son muy largas