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El pasado día 14 de julio se conmemoró el IV Centenario del óbito de San Francisco Solano, santo vinculado a la Orden de los Menores o franciscanos. Nacido en Montilla, provincia de Córdoba, en 1549, Francisco fue el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez. Sus dos hermanos se llamaban Diego e Inés.
Tras su ingreso en la Orden Franciscana, hacia 1570, y su ordenación como sacerdote, en 1576, Francisco recorrió durante más de veinte años las tierras de América predicando la fe en Cristo y evangelizando las nuevo colonias españolas. En 1601 llega a Lima (Perú), ciudad de cuyo convento será nombrado sucesivamente Guardián, Secretario Provincial, Guardián otra vez y Superior, muriendo en la enfermería del convento tras una grave enfermedad de estómago que venía padeciendo desde 1605. Fue beatificado por S.S. Clemente X en 1675 y canonizado el 27 de diciembre de 1726 por su S.S. Benedicto XIII.
Entre los milagros que se le atribuyen a este santo, está el haber calmado la furia de un toro bravo que se escapó. En un pueblo llamado San Miguel se estaba celebrando una corrida de toros y el bravo animal se salió del corral, comenzando a arrollar y cornear a cuantas personas se encontró a su paso. Llamaron a San Francisco Solano y éste se enfrentó calmadamente al bravísimo animal, el cual, ante su presencia, lo reverenció, lamiéndole las manos en señal de respeto, dejándose llevar por él otra vez al corral, conducido por el cordón del hábito del santo. Por este motivo es honrado en dicha ciudad como patrón del gremio de toreros.
Su festividad es el 14 de julio, fecha en que se conmemora su óbito.
(Fotos by Rubén Cabello & Alcázar de Sevilla)
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