Francisco B. Carrera
Voy a ser sincero: debía haber comenzado ésta consecución de crónicas y críticas del ciclo abrileño el pasado Domingo, el de Resurrección. Pero preferí no hacerlo, primero por puro tedio, sentimiento el que me embargaba al regresar del Coso Maestrante, y segundamente porque para lo que iba a escribir, mejor me quedaba callado. Para hablar de los detalles de Morante en el primero y de la entrega de Manzanares en el sexto, mejor quedarme callado, y para hacer una retahíla de apelativos de la corrida de los Zalduendo, mejor ni abrir la boca. Por eso, y porque aún está muy prematura la Temporada, y lo que tengo es ilusión, aún estoy algo falto de mala tinta, he preferido ahorrármela y comenzar el paseíllo al primer compás de Plaza de la Maestranza contando los pasos hacia los medios de una terna de novilleros prometedores, a los que se les ha concedido la oportunidad y privilegio de abrir el ciclo de las dos semanas sevillanas.
Ante unos tendidos con grandes claros y un cielo sin uno sólo de éstos, no es el mejor paisaje con el que poner pies en el albero del Baratillo, pero la juventud, la ilusión y las ganas de triunfar, sellos de identidad del novillero, pueden con todas las borrascas del ánimo. El miedo también debe estar presente en los pechos bordados, miedo al toro, porque si, hay que tener valor, pero estar falto de miedo es estar falto de juicio también, aunque nos hemos habituado desgraciadamente a que el miedo a los toros no esté solo en el pensamiento de los actuantes, sino también de la afición, a la que nos están soltando delante ganado de pobre factura, por ser generosos. La divisa de Don Celestino Cuadri suele ser una garantía de bravura, no por ello de buen espectáculo, a un Cuadri hay que saber llevarlo, es ganado duro y serio, nada de ojanas para presentarse en Sevilla. Pepe Moral, vestido de alternativa, siendo ésta su última actuación en el escalafón menor antes de tomar la misma el próximo Jueves de Corpus, tradicional tarde de doctorados, en ésta misma Plaza, tuvo enfrente al primero de los adversarios de la tarde, Quejoso, un ejemplar que a la salida parecía carecer de fuerzas pero con embestida noble saliendo siempre hacia la lejanía del cuerpo del casi matador, que se lo llevó de muy buenas maneras hasta los tercios. Buenas sensaciones siguió dejando la tarde en cuanto a profesionales, el picador puso un puyazo leve adivinando que no andaba sobrado de fuerzas el animal y un segundo de adorno, para cumplir con el reglamento de dos entradas al caballo en plaza de primera, y poco más. Destacable el quite del segundo en cartel, Miguel Ángel Delgado, enlazando una doble serie en la que ha alternado chicuelitas y tafalleras rematando con una revolera de las de hacerle la foto y salir bonita, aún saliendo de la segunda de las tafalleras empalado en la corva. Recuperando el protagonismo, Moral comenzó a lances profundos con la derecha y ahondando aún más al natural, aunque algo carente de sentido del ritmo, sin templar la embestida de un animal que mejoró sensiblemente hasta convertirse en un carretón para hacer las delicias de la afición a la que se le empezaba a pasar el miedo a los toros. Con la cara baja, arrastrando y entrando siempre, pero espabilado y mirón, teniendo un par de ocasiones a la vista el cuerpo del novillero, que le sacó una tanda casi perfecta de los seis muletazos del libro aquél que nadie ha escrito de la tanda de naturales idónea, arrancando con ello la batuta de Tejera y ligando tandas con transmisión hasta llegar a la estocada trasera que dio resultado rápido, salpicando los tendidos de pañuelos que, si bien no llegaron a ser mayoría, infundieron en el joven Moral el ánimo de concederse una vuelta al ruedo, intentando quizá, calentar al respetable para hacerle sacar los pañuelos con mayor insistencia si el segundo daba lugar a ello. Supuesto éste que no se cumplió al encontrarse con un Barrabás que puso el punto de inflexión en un encierro que fue bajando irremediablemente en el juego de los novillos, y que comenzó saludando al público patas arriba, dando una voltereta nada más encontrarse con el capote; saludando al peto empleándose en la primera entrada y rajado para entrar por segunda vez, otro puyazo de postizo justamente colocado. Comenzó entonces a lloviznar, agua para refrescar los ánimos del novillo y enjuagar los del público, asistente a un tercio de banderillas soso, sosería que sólo se pasó por un momento en los primeros compases de muleta a un toro que se cerraba hacia los terrenos del torero, para volver en el resto del trasteo pese al valor desplegado por Moral. Poco más que entrega le puede poner ante la falta de fijeza mostrada por “Negociante”, que llegó al acertado acuerdo con el novillero de que éste cogiera la de acero y colocarlo, no sin dificultades, para colgarle un estoconazo en todo lo alto, quizá superior al resto de la faena en sí, del que salió paseando tablas y pidiendo puntilla antes de las pocas palmas que agradecieron el esfuerzo del que la próxima vez que pise La del Amarillo Albero lo hará ya como matador de toros. Doctorado éste para el cual aún le falta mucho bagaje a Delgado, que pese a las buenas maneras mostradas en el quite al primero de Moral, se desveló como falto de experiencia y sobrado de empuje, que buena falta le hacía cuando se enfrentó a su primer adversario, que presentó como credenciales un derrote bajo a la base del burladero, mandando a volar el estribo, literalmente. Arrancando madera y arrancando contra un capote movido con más voluntad que calidad, arrancando con fiereza y bravura al caballo… un torito en toda regla, bravo y plantado, por encima en todo momento de Miguel Ángel Delgado, al que en cuatro pases le pegó tres enganchones. El novillero, carente de preparación y frente a un rival muy superior, no pudo sino venirse arriba en el castigo, entrompicado tras dos cogidas sin consecuencias, y alargó en demasía la faena para culminarla con una tanda de manoletinas poco agradecida por un público algo hastiado ya de las evoluciones, un tanto torpes, del entregado muchacho. Pincha una vez y muestra también que en destreza con los aceros le queda mucho camino por recorrer. Su segundo debió de ser devuelto a corrales por un defecto en la vista, y el sobrero vino manso al recibo, entrando abierto y buscando querencia, rebrincado en el peto, le dio muchas más oportunidades de las que aprovechó. Continuó en sus faltas, dejando que el novillo enganchara continuamente los trastos, cabeceando y viéndolo finalmente junto a los toriles. Algunas tandas bien ligadas para volver a cometer el fallo de alargar la faena mas de lo que el publico deseaba, disgustado al final por lo inconsciente que se mostraba. A Sevilla no se viene a dejarse coger, y menos aún siendo novillero. Pincha una, dos y tres veces, mete la espada y la saca con un bucle de la propia muleta, le suena un aviso y solo puede escuchar silencio tras dos golpes de descabello.
Miguel Tendero debió pelearse con el picador en el hotel, o al menos eso parecía viendo el empeño del varilarguero en destrozarle la primera de las criaturas. El primero del albaceteño entró con gran ímpetu y se llevó más puyazos que los que se dan en una corrida completa en una plaza de primera, saliendo completamente rajado para el resto de la lidia. El crimen lo pagó Tendero, a la brega contra un toro de osborne clavado en el medio del ruedo de la Maestranza y contra el viento que traía los primeros avisos de la llovizna que venía a continuación. Trató de ligar sin éxito con variedad, pero al novillo por no quedarle no le quedaba ni peligro. Intentando desquitarse en el segundo, al que recibió de muy buena manera a delantales ajustaditos, dio órdenes al picador de que no le diese, dejarlo lo más entero posible tras un puyazo justo. Brindó a Sevilla, cosa que hicieron en su primero los dos compañeros de cartel y a lo que Tendero por ver el material del que disponía no se atrevió hasta no ver medianamente claro el comportamiento de éste sexto, que le entró en largo en una primera tanda en la que terminó en el suelo. Ni animal ni lidiador están mal en el ruedo, ligando tandas compenetrados, pero sin transmisión hasta que conectaron también con los tendidos, ya semivacíos dado lo avanzado de la hora, el agua y el tedio, gracias a las apreturas de un bicho entregado. Desplantando con esmero y teniendo que retirarse de un adversario que ya lo tiene calado, tiene hecha una faena de más pundonor que pellizco, hasta los dos estrepitosos pinchazos que pusieron fin a una tarde en la que lo mejor se dio en la primera parte, que se hizo larga y por momentos aburrida, pero con algún aire de buena esperanza de cara al comienzo del ciclo de feria de Sevilla.
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