jueves, 30 de abril de 2009

... y Sevilla se jartó


Francisco B. Carrera

Ya reventado por el petardazo decisivo de la Juampedrada, el respetable sevillano ha terminado de hartarse hoy, no hemos aguantado más y la Maestranza ha roto en una bronca constante de decepción, cabreo, rabia y yo que sé cuantos sentimientos negativos más. Lo de hoy ha sido insoportable, infumable, inexplicable en una Plaza de la Categoría de la Maestranza, vergonzoso, una corrida de mansos que bien podían estar pastando en prados asturianos más que en las dehesas bravas. Absolutamente deprimente ver que desde el primero todos salían a verlas venir, sin ánimo ninguno, que dos de ellos fueron desechados, que a Castella le tocó lidiar con dos sobreros igual de descastados, sin clase ninguna, que tuvo el aplomo de sacarle una faena al primero y de forzar todo lo posible los engranajes del segundo, pero nada… que el Cid no puede tener ya peor fortuna, pasando ya a un plano netamente catastrófico, que de nueve toros, nueve, que ha matado en Sevilla en quince días no le ha salido ni uno con el que pudiera sentirse a gusto y que hoy ha terminado de estrellarse, saludando en su imposible primero y aguantando ciertos aires de desánimo en el segundo. Es indignante comprobar ésta mañana que ya no pasa nadie al sorteo de las reses, que éstas no se ponen de manifiesto, que parece que hay miedo a que se vea la porquería de ganado que se suelta al ruedo de La del Amarillo Albero antes de que sea inevitable completamente. De vergüenza ver los toros que nos han dejado salir, si es que querían salir, delante de nuestras pagadoras narices en las que alguien se está riendo mucho. Genial, de risa, de espectáculo de circo, la querencia que se marcó el primer sobrero de Castella, que se lió a escarbar juntito al burladero del 11 y de allí no había quien lo moviera, seguramente le recordaría a Luque mientras miraba al suyo que se refrescó toda la faena en la boca de riego; maravilloso número de circo también el del toro trapecista que da el salto mortal invertido, pero mortal de necesidad, quedándose quietísimo patas arriba; absolutamente increíble el show de las agujas del reloj de los picadores que acaba el que pica en donde el que guarda puerta y éste en donde debe estar el que pica; magnífico el más difícil todavía del toro que va al caballo y cuando va a embestir dice que era broma y se sale por delante de los pechos; extraordinario sobre todo la actuación del mago de Gavira, ahora estoy, ahora no estoy, ahora te embisto, ahora me rajo. ahora me ves ahora no me ves… pero es que en Feria hay un circo, que también es redondo con una pista de arena, y no es el de la calle que va de La del Príncipe a Adriano, es uno que le llaman Mundial y está en la Callelinfierno, nosotros hemos venido a ver toros. Quizá por eso se recibió con alegría al cuarto que por fin entró galopando como un toro, no buscando al que vende los sombreros, y mira que fue el que menos oportunidades le dio a un Cid completamente extraviado de su ser, tocadísimo moralmente por el fracaso, no suyo, sino general, del mano a mano con Morante a los Victorinos, que parece haber perdido ese gancho especial con la izquierda, que no toma vuelo su toreo, que se esfuerza, pero se queda en mediocre cuando está claro que en la izquierda lo que tiene no es precisamente mediocridad el de Salteras. Algo le pasa, ni siquiera ha podido superar el reto de mejorar con la espada. El ánimo de su gente es fundamental, y al menos se le aprecia en su torería y se valora su toreo, pero nada más puede llevarse de sus continuadas comparecencias en las que se va con más pena que gloria, sobre todo comparándolo con la gloria a la que nos había acostumbrado ya. Castella anda también que no le atina la fortuna, que si no se le muere un toro en la cara el domingo el otro le huye y le obliga a perseguirlo, o se le queda parado mirando embobado perdido y dando paso a la peor versión del francés, en la que se propone más de lo que dispone, haciendo más larga de lo necesaria la faena, dejándole monerías innecesarias a su segundo, impotente ante la imposibilidad de repetir el otro número de magia que hizo con su primer sobrero, donde sacó un toro de donde no lo había. Tras mucho intento en éste, al fin le enjaretó dos tandas, una a hilo de tablas probándole los dos pitones y otra en redondo, sacándole inexplicablemente series interesantes y templadas, fruto de la buena colocación, embrocado, sin dejarle salida, templándole y pudiéndole, encima haciéndolo bonito. Otra lección parecida a la de Manzanares y Morante, sin llegar a ser tan magistral como éstas, de cómo un torero se puede fabricar a un toro, para sosiego del ganadero y puede que a pesar de algún empresario. Tirando de valentía, que a éste le sobra, sale airoso de apreturas más ceñidas que las chicuelinas que pudo dejar en el quite, endosándole media efectiva cerquita de su querencia, marcándole el volapié a un toro que recula, y dejándolo seco al primer descabello. Ovación, saludos, lo único entretenido hasta el momento de una tarde que rompió en escándalo cuando al finalizar el remedo de faena que le intentó a su segundo se asistió a algo realmente vergonzoso: al ritmo de palmas por tangos y una cantinela de “vámonos, vámonos”, las bocanas de la Maestranza se llenaban de gente, sobre todo abonados un poco hasta los huevos ya de aguantar tanto petardo seguido, desfilando en dirección a la calle y quedándose sin ver lo que, a la postre, fue lo que salvó la tarde del tedio y la ignominia. Y mire usted que la verdad es que con lo que había hecho en su primero no apuntaba en absoluto lo que consiguió en el sexto, ya que había dejado trazos de valor inconsciente, al estilo de Nazaré ayer, en busca más del percance que del lance con un toro parado que en cualquier momento le podía soltar un derrote y dejarlo listo de papeles, como no fue capaz de dejarlo de la estocada a la que se lanzó llevándose un puntazo en el pecho, ni en los uno, dos… hasta dieciocho, si, dieciocho, escrito con todas sus letras y repetido como en los carteles de toros para que quede claro, golpes de descabello reculando el torero en la cara del toro. Pero en su segundo se desquitó, tiró del oficio que tiene y se comportó como si tuviera más. Ya no sacaba sólo cojones sino también cabeza, se colocó, se armó y, al final, la armó. La verdad es que nadie de los que estábamos en la plaza vimos correcto el brindis a un toro que sólo él había visto algo bueno, o, como dijo después en una tertulia a la que asisto puntualmente tras cada festejo “y si no lo veía, tenía que verlo”, pero el caso es que se lanzó, lanzó la montera, la colocó y llamó a la suerte. La suerte no vino, pero se la buscó, se buscó al toro, lo redondeó con el derecho, se las ingenió al natural por donde le recortaba más, muy en torero, rebosante de voluntad y ejemplar en la actitud, sacando todo lo que puede del burel, ajustadísimo y con hambre de triunfo, compensando la falta de técnica con sobrante entrega. Cuajó una faena breve pero intensa, sembrada de lances de mucho mérito un despertador para los que no habíamos querido faltarle al respeto ni a él ni a la Maestranza y nos quedamos, aún bostezando, a esperar a ver en que acababa el despropósito de ésta tarde, ya casi noche a esas alturas, culminada en una estocada, ahora si, buena, hasta la gamuza, sembrando ahora de pañuelos los tendidos que por cierto, una vez más, tardaron demasiado en ser respondidos por el presidente, hoy siendo Gabriel Fernández rey al que le ha tocado la papeleta de presidir… esto a lo que me niego a llamar Corrida de Toros, un presidente al que como a muchos otros habría que aleccionarle en el reglamento, donde queda claro que “la primera oreja la concede la decisión del público”, aunque más de un presidente, díganselo sino al Cid, se hace dueño de la oreja dando al traste con la decisión democrática de nuestras pagadoras narices. Al final, oreja tras aviso, como aviso, gordo, fuerte y sonoro, ruidoso ya, le ha dado la afición sevillana a un Canorea que no ha salido nada bien parado en los piropos que se le han ido dejando desde todos los tendidos en el transcurso de éstas nada menos que tres horas que ha durado el festejo y que mejor no repito por muy de acuerdo que esté porque tampoco es plan… vamos a dejar de hacer sangre por el momento.

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