miércoles, 29 de abril de 2009

Juampedrada y Morantazo




Francisco B. Carrera

La juampedrada corría peligro de ser la que terminase de explotar el petardo consecutivo que llevamos aguantando en cuestión ganadera en ésta feria, y lo corroboró. Con cuatro toros denegados en el reconocimiento, una corrida presentada como dijo alguna voz en los tendidos como una novillada gorda, de comportamiento muy por debajo de lo esperado, los de Domecq han derrochado mansedumbre y carencia de clase en el ruedo de una Maestranza ya cada vez más hastiada de los rebaños que están soltando y a los que no se le puede calificar realmente de manadas de toros bravos. Gracias a Dios existe el genio torero como el que ayer se sacó de la manga Manzanares y que hoy puso a volar junto al duende Morante de la Puebla, pero, como ya va siendo habitual, a esto le dejaré un capítulo aparte, porque el protagonismo de la tarde si no es en negativo para los Juan Pedros ni para el ejercicio de superación artística, personal, torera y de raza de Morante, debería de ser para el nuevo matador de toros, que hoy tomaba la alternativa en La del Amarillo Albero, el quincuagésimo tercer doctorado que apadrina Enrique Ponce, en un marco soñado, martes de farolillos, Ponce de padrino, Morante de testigo, con los Domecq por ganadería, y al final éste cuarto listón del marco fue el que se le desclavó y dejó caer el cuadro, si bien no de los toros es siempre toda la culpa. En el caso del de Dos Hermanas no vamos a dudar por supuesto de la entrega y la ilusión puesta en el ruedo, siempre es el día en el que el torero sueña con su triunfo, y pone todo su empeño en hacerlo realidad, pero la suerte no tiene porque ponerse del lado del debutante. Ésta tarde Nazaré se encontró con los Juan Pedros, y no pudo encontrarles nada más. Dejó buenas verónicas al toro que debía ser el de su alternativa y que en una caída bastante tonta al perder las manos se lastima el cuello, cayendo varias veces y haciendo salir el pañuelo verde aunque demostró gradualmente cierta recuperación. Quizá se haya precipitado el Presidente Juan Murillo al darse tanta prisa en devolver a corrales a un toro que salió embistiendo con buenas maneras y que quizá con un poco de paciencia hubiera dejado salir algo del tranco que tanto le faltó al sobrero que le enganchó al recibo. Con la voluntad del novato engarza una primera serie de corte artístico, pero a la segunda se empieza a atropellar. Al natural le recortaba el toro aún más las embestidas pero con fijeza, tocándole los trastos y sin responder a los cites. Rajado el “Fabricante”, mal hecho, acochinado, corto de patas y alto de agujas, entregado el de Dos Hermanas, que a pesar de tener maneras de torero artista está puesto en torero valiente, teniendo que recurrir al desplante ante la incapacidad para ligar pases. Entre el pinchazo que le dejó, lo rajado que venía ya y su propia condición de manso, se echa a la primera de cambio y lo obligan a levantarse para que el nuevo matador ejerza de tal, o al menos haga el intento, con una estocada trasera, tendida y atravesada, pero ya podían haberlo apuntillado en el albero y ahorrarse el mitin con el descabello, que por momentos vino a recordar al sainete que dio el pasado verano en las Ventas. Apoderado por un hombre de la casa, Emilio Moreno, uno de los fijos de Pagés, quizá le ha venido un poco grande la corrida y la cita, no tanto grande como precoz, no veo, desde mi humilde punto de vista, preparado para la alternativa a un muchacho que aún debe terminar de aprender a torear, que es mucho más que pegar pases. Con su segundo tuvo aún peor fortuna encontrándose el peor toro de la Juampedrada, que ya es decir, de lo malo lo peor. No tuvo toro, no lo tuvo en el capote, rebrincando, y menos aún lo tuvo tras entrar al caballo con inusitado ímpetu, volcando la montura y dando al albero con el castoreño, cabeza de varilarguero dentro incluida. Le protesta muchísimo a cada intento y le deja un fortísimo palazo en la cara al salir de un pase de pecho. No tiene ni codicia, ni arrancada, ni recorrido ni nada de nada. Nazaré vuelve a recurrir al desplante enrrabietado, algo cercano a la inconsciencia, pareciendo que busca más el percance que el lance, caminándole a la cara con la muleta a la espalda y llevándose el susto buscado y merecido. Al menos la estocada fue ahora buena y recibió alguna palma misericordiosa que no terminó del todo de merecer el de Dos Hermanas.
El director de Lidia no tuvo oportunidades de lucimiento ni tampoco fue merecidamente respondido en su intención por el público de la Maestranza. Su primer rival salió buscando al de las latas y pegando los derrotes al peto con ganas. Lo mejor fue un quite por delantales dejándolo en suerte a la perfección. El saludo a doblones en el que topa el toro fue el primer anticipo de una faena falta de cuajo, a causa en gran medida de la ventolera que le acompañó durante toda la lidia. Repite de mala manera, gañafón y sin recorrido. Muy entregado y puesto el valenciano, intentando arrear al “Pachocho”, reservón y soso pese al peligro que representaba, que tenía feo hasta el nombre. Descompuestos los dos rivales, hundido en el ánimo un Ponce que le pega los pases lo mejor que puede pero que pocos pases tiene para pegar, no vale para nada el toro, y Ponce llega a alargar más de lo debido, una vez visto por él y por el público que no vale. También lo salva el estoque, un espadazo de manual en contrapunto a una faena que no terminó de romper, como no lo hizo tampoco la de su segundo, respondida por el mismo silencio, al que le enjaretó una faena correcta y ligada, muy por encima de las posibilidades del toro, redondeando al natural, plantándose en sus terrenos para pegarle el vistazo rápido a un rival fijo, noble, pero tardo por los dos pitones, manso y carente de toda transmisión, lo que fuerza la fría reacción de una Maestranza que dejó sólo algunos aplausos amables por cada tanda y un injusto silencio tras la estocada de enciclopedia. No hizo nada, pero tampoco mereció tan corto agradecimiento a la entrega que puso en el ruedo. Pero, si hablamos de entrega, de pundonor, de casta y de tesón, hay que hablar de Morante. No voy a repetir los elogios que se merece su faceta de torero enrrazado, simplemente hay que verlo, ver como en cada toro se emplea más y más en sacarle todo, en hacer de los toros que antes no valían un toro que le pueda valer y sacar el arte, sacar lo mejor del Morante que deja tandas como las verónicas bordadas con extraordinario aplomo e inconmensurable temple, sereno, puro, en esencia… hasta para ponerlo en suerte al caballo lo hace con arte. Rebelde el toro en el peto y con algo de flojera al tener tanto peso que desplazar, al toro no se le ve nada, no lo ve nadie, salvo Morante, que le saluda a las entradas con las manos por delante y recortando la embestida, sin fondo parecía, pero Morante no acusó la falta de rival, y le dejó derechazos sueltos para obligarle a repetir. Primer pellizquito en un cambio de mano en la cara, desplanta y levanta la faena. Comienza ahora a colocarse a la perfección ante las entradas bruscas que empieza a hacer más fijas, le saca todo lo que puede tener y comenzó a exprimir al máximo a un toro que finalmente rompió para dejarle hacer su toreo de arte derrochando también toreo de técnica y salteado de mucho toreo de valor. Muy abrochado al toro le redondea una serie con la derecha que tira por completo de la Maestranza, menos de Tejera, mire usted. Se va entregando cada vez más cuando parecía que era imposible, de menos a más sin lugar al desaliento, haciendo parecer bueno al toro en una faena de firma propia con detalles de su gusto, al gusto sevillano, al gusto purista y morantista que vienen a ser lo mismo. Al natural, firme, valiente, en torerísimo, inmenso al sacar un jugo que parecía que no había. Se quería quedar, no se va de la cara del toro, se está disfrutando, está en la misma línea que lo estuvo unas 24 horas antes Manzanares, pero con ese punto único que sólo le puede dar Morante a su tauromaquia, dejando sus pinturerías, siguiendo y siguiendo hasta escuchar un aviso toreando, cuando la locura es absoluta en toda la Maestranza… pero la luz se difumina algo al dejar el primer pinchazo, aún cuando vuelve Lagartijo a unirse a El Gallo en arte, Belmonte en improvisación, Guerrita en valentía, de Paula y Romero en hacer volar los trastos, para poseer el cuerpo del de la Puebla y plantar media muy agarrada. Deja seco al “Señorito” al primer descabello y responde, a regañadientes, una cerrada petición de vuelta al ruedo en la que La del Amarillo Albero puso sus esperanzas en encontrarse en el quinto toro, de nombre verderón, como verderón es el torero, de verde y azabache va, para más INRI, colores de esperanza pero que no pudieron alentar al triunfo soñado por Morante y por Sevilla. Éste otro integrante de la vergonzosa juampedrada no sirvió ni para filetes, y se mostró aquél Morante que le deja algunos derechazos intentando obligar al toro a repetir. Sólo se pudo destacar el quite esforzado de Nazaré por gaoneras, ajustadísimas y que eran de eco más de “uy” que de “óle”. El macheteo del de cuando Morante se desanima para romper el sueño de la magia pero quedando para siempre en la memoria la lección de torería del primer toro, la media estocada efectiva y el silencio salpicado de palmas en agradecimiento a la entrega sobradamente demostrada fueron seguidos por sonora bronca, pitos y desprecio al comportamiento del toro, absolutamente inútil, manso y desclasado, despidiendo en éste a todos los animales, ganado, poco de toros bravos, que nos volvió a soltar Juan Pedro en el ruedo de la Maestranza.

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