martes, 28 de abril de 2009

Al fin rompió la feria




Francisco B. Carrera

A las terceras fueron las vencidas, ayer para Morante y esta tarde para José Mari Manzanares, que al fin encontró un toro, aunque más bien lo rebuscó entre las carnes de un charolés al que le sacó un toro de sólo él sabe donde. El alicantino ha consumado hoy a un toro de una manera excepcional, formando un lío muy gordo y cortando las dos orejas de más peso de la feria hasta la fecha, reeditando los triunfos del ciclo del pasado año, retomando una senda que se le estaba resistiendo demasiado pese a las ganas que estaba poniendo en el intento de cuajar a alguno de los adversarios que sorteaba. Fue este sexto lo mejor de una tarde en la que al menos no ha habido aburrimiento, de la que lo peor volvió a ser como siempre el juego de los toros y la poca vista de la Presidenta al no decidir la devolución de alguno que en el caballo mostró su condición contraria a la pelea, aunque un toro, como demostró luego Manzanares, puede evolucionar, para bien o para mal. De la corrida presentada en principio por Daniel Ruiz sólo salieron cuatro ejemplares, debido a que se estropearon en corrales los pitones y sustituyéndolos los dos sobreros de Gavira que llevaban ya corraleados varios festejos. Uno de ellos fue el que le salió en primer lugar a Francisco Rivera Ordóñez, y al que éste dejó sin extraer todas las posibilidades que traía de los chiqueros. Abarulladas verónicas mal rematadas en el recibo y puesta en suerte extraña, tan extraña que le pegó la media para dejarlo de cara… al caballo que guarda puerta, sencillamente, lo puso en suerte al revés, teniendo Diego Peña que llamar al toro que entró al peto con fuerza, tirando al caballo encima del picador. Quiso poner banderillas Rivera, comenzando con un par que puesto por un subalterno hubiera sido protestado, abandonando un garapuyo donde buenamente pudo, pero que, por tratarse de Rivera, no dio para parar la música como merecía. Dos buenos pares, pero nada del otro mundo, y un cuarto que pudo sobrar muy apurado en las tablas. Comenzó la faena con doblones a un toro que se defendía a garrotazos, puesto en el sitio Rivera pero toreando las embestidas con el pico de la muleta y sin saber templar el galope de buen ritmo. Engarzó series lejanas dejándole con acierto su distancia al toro pero sin acabar de romper en nada destacable, sin verse por ningún lado las Bellas Artes de la medalla ésa. Por el izquierdo le recorta más, y aturullado volvió a tirar de la extensión para dejarle un derechazo en redondo en el que pudo aprovechar por un momento el tranco del toro, que amaga con rajarse al no encontrar pelea, habiéndose mostrado noble en toda la lidia, y en su querencia le improvisa un par de series más llevado por el toro que guiándolo él. Al entrar a matar por segunda vez tras sacarle la media desprendida que le dejó en la puerta del patio de cuadrillas, fue víctima de una cogida feísima en la que por al menos tres veces estuvo a merced de los pitones del burel, de la que salió afortunadamente sin la peor consecuencia, aunque quedó notablemente mermado para el encuentro con su segundo adversario, que le cortaba el viaje en el capote y quedó igual de tocado al llevarse un golpe con el quicio del burladero en la misma testuz que le sirvió como un puyazo, por lo que entró flojeando al primero y entrando con ganitas al segundo, un picotazo por cumplir con lo estipulado en el reglamento. Realmente esperpéntico el tercio de banderillas de las que se queja el bicho, desclasado y atolondrado. Algo descentrado el torero, en la misma línea del rival, pone de su parte y desliza algún pase a los envites, contados y cortos, desembarazándose de algunas miradas maliciosas, fallando en la colocación al tener que reincorporarse al sitio en cada movimiento. Al natural acusan los dos la merma y la lucha es infructuosa, el toro le repite con nobleza y un punto de casta, fijo y lento, pero Rivera no encuentra más que aplomo sin ideas y seguramente dolorido. Le deja media desprendida en otro sitio que no es el bueno y que el toro escupe lentamente, como lentamente hubiera muerto si no es por el verduguillo. Cosechó algunas palmas misericordiosas de un público que entendió mayores los problemas que las aptitudes del matador.
En su segunda comparecencia, el Juli tenía ganas de corroborar el triunfo que había adelantado el sábado en el que tuvo las dos orejas casi en la mano y que se le fueron de entre los dedos, pero no le fue posible. A su primer adversario, el primero del hierro titular, se lo supo llevar bien a los tercios con verónicas de buen corte. Comenzando una faena sustanciosa con engarzadísimos muletazos, enrosquetándolo y personándose ante los cabezazos. Más fijo pero más tardo por el izquierdo, donde le deja pares de naturales bien resueltos, pero tocándole los trastos y parándose el toro cuando vuelve a montársela a la derecha. Muy torero al desplante, llevándoselo después al sitio de matar para endosarle una espada perfecta en todo lo alto y recibiendo como premio una oreja un tanto ponderable al no ser mayoritaria la petición. En su segundo no tomó el mismo cariz, complicándosele desde que le enganchó la tercera verónica que no logró culminar. El toro, que entró dos veces muy rápidas al peto, se va casi sin picar, lo que le deja con potencia para recibir las banderillas en un tercio no del todo malo, y que le prepara para humillar en los doblones bajos del Juli, que se va a los medios para traérselo en largo. Con la derecha le cuadra una primera tanda y a la segunda pierde la muleta en un enganchón del toro al que mete en vereda como puede mientras muestra falta de fuerza protestándole, recortándole las embestidas y topándole en unos naturales muy forzados en los que no llega el madrileño a descolgar la muñeca. A machetazos ya, tirando de voluntad braguetera y arrastrando el percal a rodilla doblada, trata de sacar la codicia que al toro se le ha ido, como otras veces, le ha podido el Juli a su rival y le cuesta el gazapeo con el que no se deja cuadrar y le obliga a meter un primer pinchazo seguido de otro. Se tiene que montar encima del toro para dejarle la estocada, un pelín tendida y con el descabello le deja seco a la primera. Palmas en aumento para no poder corroborar el triunfo del que iba camino, y que sí que pudo firmar un diestro en estado de gracia que por fin ha encontrado un rival, aunque más que encontrarlo, como decía, lo rebuscó y lo halló en una lección de sapiencia y casta torera de la genética de José Mari Manzanares.

El retorno del Triunfador.

Existen pocos casos, yo diría que ninguno, en el que un Hijo de torero que también se metiera a torero saliese Torero y superase al padre, y éste puede ser un caso. José Mari Manzanares Hijo puede llegar a convertirse en José Mari Manzanares, y su padre relegado a ser el adelanto de lo que después sería su hijo, que con una edad en la que su padre aún no se había consagrado como figura, tiene la dirección recta para convertirse en Figurón. Un torero completo, Figurón y de figura con hechuras de torero, esbelto, encima es que tiene planta, para colmo el muchacho es guapo, y, por supuesto y por encima de todo, es un pedazo de torero. Si ayer decía que Morante se encuentra en una escalera distinta, Manzanares está en la escalera de todos los toreros, y ayer se plantó en el primer escalón de nuevo como lo hizo en la Feria de Abril de 2008, y va a costar apearlo de ése peldaño, ganado con justicia, con pureza y sinceridad torera. No es un engañapúblicos, no se limita a pegar pases, lucha cada faena hasta el final, cometiendo a veces el fallo de alargar demasiado trasteos inconexos en su afán de encontrarle la arista y la faceta a cada toro, como si fuera un diamante en bruto al que se ocupa de pulirlo, como pulido ya está de sobra el toreo armonioso, en el sentido de mezcla, de acorde, de conjunción perfeccionada, del torero levantino que ya se ha hecho torero de Sevilla. Por fin, tras sortear 5 toros, Domingo de Resurrección, Viernes de Preferia, y el primero del Lunes de Alumbrao, encontró en un herrado de Daniel Ruiz su rival para poner en sintonía las notas del toreo sencillo y rotundo que le corre por las venas y se le rebosa por las manos. Su primero no debía haberlo sido hoy, fue uno de los parches de Gavira, un bicharraco extraordinariamente despachado de cornamenta, altivo, enmorrillado y que puesto derecho le soplaba al flequillo a los toreros, un Encaste Diplodocus por lo menos, que salió bordeando diametralmente la plaza, al que tuvo que perseguir José Mari con el capote, muy atento a todo, tan atento a todo que no atendía a nada, con lo que demostraba, como al salir renqueando de varas, que en muchas ocasiones el trapío no se corresponde en nada con el comportamiento. Le dejó a Luis Blázquez la oportunidad de desmonterarse en banderillas, pero no le regaló lo más mínimo a la muleta de Manzanares, de la que salió perdiendo manos al segundo encuentro. Duró nada y menos el barrabás éste que avanto y gañafón aprieta mucho al torero, obligándole a tirar de raza para intentar alcanzar el temple, pero sin poder lograrlo, se le escapa huyendo completamente rajado y soltando arreones de manso las poquísimas veces que se arranca cuando Manzanares lo encaraba, y al que tuvo que echársele encima con un riesgo enorme por lo veleto de las defensas, solventando el encontronazo con un espadazo de su estilo particular, tan exógeno como efectivo. Las palmas a la entrega fueron el primer aperitivo amargo del postre que esperaba al festejo. El sexto, éste sí de la Ganadería titular, entró in poner nada de manifiesto a un capote en el que José Mari se presentó como maestro, sin florituras pero enseñando al toro a humillar, un rival que en el caballo recibió apresuradas protestas y cuya tardísima segunda entrada al caballo fue acompasada por palmas por tangos. Nadie lo veía como posible, se veía venir la sexta oportunidad imposible para el alicantino, sólo él le había visto algo que se empezó a vislumbrar en las banderillas, donde le tocó ahora a Juan José Trujillo alzar su montera al aire tras dos pares que espabilaron bien a éste “Pañedo” que no será mal recordado, que sacó su fondo en un ritmo de saludo a la tanda baja que le enmarcó Manzanares y con la que empezó a ganarse el favor nunca perdido pero ahora más recuperado. Cerrándose en redondo con un toro que le busca las vueltas, aleccionando de posición y postura a más de uno que se las da de maestría, aprovechando en la media distancia el recorrido que ahora se ha sacado “Pañedo” a costa del tesón de José Mari y dejándole los vuelos en la cara para obligarle a repetir en los derechazos de base y excepcionalmente bien ligados. Encarándose a un toro rebrincado pero nobletón, engarza una trinchera con un pase de pecho que termina por reventar a la Maestranza, entregada al lío gordo que está formando y que Tejera acierta en acompañar con un pasodoble para la faena torerísima, de pies clavados y cintura rota, que Manzanares continuó al natural, encontrándole cuajo por el pitón izquierdo pero prefiriendo finalmente la emoción transmisora por el que se muestra menos colaborador. Está toreando para él, haciéndose el toro para él, disfrutándose, y cuando un torero se disfruta, más lo disfruta el que está en la grada, más le acompaña, más empuja a la embestida y más hace volar la muñeca extraordinaria de Manzanares. Toro, torero y afición son ahora uno sólo, torería y toreo en Sevilla, al fin unos de esos minutos de la Maestranza de los que quedan en la memoria. Si los naturales han sido profundos, despaciosos y espaciados, con la derecha cada dos pases tiene que volver a tirar del genio del toro, le empuja, le espolea, le engarza con el mismo centro de la franela, sin engañar con los picos como alguno, le deja trincheras, le cuaja un faetón en toda regla y por si se quedara corto, le endosa una estocada en todo lo alto con ese movimiento al doblar la muñeca tan peculiar, tan característico de Manzanares, otro más de los detalles que hacen que éste chaval, porque no es todavía más que eso aunque bien entrado en hombre, ya no sea un Hijo de torero, en remedo de las maneras de su padre, sino un Torero cuyo padre también lo fue, un torero propio, personal y de verdad, capaz de montar un liazo enorme en Sevilla y de llevarse dos orejas pa´sus cojones, que si el sábado confesaba que las dos de Talavante me parecían excesivas, ésta vez tengo que rendirme y confesar mi deseo de que en la tarde que le queda le salgan dos toros, al menos dos toros, porque de hoy haberle salido el otro en lugar de aquél Diplodocus, tiene la llave de la del Príncipe en la mano, que ya se la va mereciendo un tío, todo un tío, capaz de regalarnos un momento inmenso y de dejar, ya de manera confirmada, su nombre grabado a fuego en La del Amarillo Albero, sentando cátedra el Maestro Don José María Manzanares en el Templo del Arenal.

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