miércoles, 22 de abril de 2009

La Bravura mentirosa.




Francisco B. Carrera


Cuando mansean, decepcionan y deján más de amargo y soso en el regusto que de sal los toros de la prestigiosísima ganadería lusa de Palha, es que algo no va bien en el mundo ganadero en general. Los Miuras portugueses presentaron sobre el albero de la Maestranza un encierro tosco, algo más que aceptable en formas, grandes, serios y bien armados los seis, en especial el sexto, pero muy por debajo de las expectativas y del nivel que suele dejar en sus corridas éste particularísimo hierro. Es uno de los Duros por excelencia, y presentó credenciales como tal para deshinflarse muy pronto. El primero de los ejemplares, para el Fundi, experto en bregar con criaturitas de éstas, se llevó por delante a dos matadores, buscando al suyo a la misma salida desde detrás del burladero, llegando con la punta del pitón a la mejilla, junto a la comisura de la boca, un baretazo en condiciones que le dio la idea de la dificultad que se le iba a presentar con el resto del lote. En el quite se llevó arriba a Sergio Aguilar, librándose éste de un muy serio percance con sólo la chaquetilla rota, pero tras la salida del caballo se revela como manso y mirón, huyendo de la pelea pero dirigiéndose a contraquerencia. El de Fuenlabrada buscó una lidia donde no la había y tuvo que tirar de su más efectivo recurso, la espada, para salvar el tipo frente a un rival tan desclasado y peligroso, dejándole una media efectiva que terminó en una muerte rápida. Quiso desquitarse, y en gran parte lo consiguió, en la lucha que le planteó a su segundo, Milanezo, al que recibió con una grácil e interminable serie de verónicas para estampar en la que toma buenas sensaciones del comportamiento del toro. Atropellado en el intento de chicuelitas en la colocación al caballo, que coge con fiereza y bravura, deja ver que le ha gustado el rival, y se lo quiere hacer todo él con un quite por delantales en el que lo pone en serias apreturas, respondido por Aguilar en dibujadas tafalleras ante el mismo toro que hace ahora ademán de pararse en la embestida. El respetable reclama al Fundi que banderillée, pero ya no lo ve tan claro, y deja en manos de su cuadrilla la responsabilidad de un deslucido tercio. Ligándole derechazos con codicia, le plantea un enfrentamiento en su estilo personal, serio y elegante, enseñándole a alargar el recorrido. Muy despacito por el izquierdo se deja menos, atropellando los trastos repetidamente. Regresa al derecho para escurrirle todo el fondo y trazarle una faena sin sustancia real, de relleno ante un rival noble, humillón y repetidor pero sin un ápice de transmisión, al que le cuelga una lagartijera que lo lleva a demostrar su casta quedando muerto de pie casi en los mismos medios de la plaza, dejando unas de las mejores palmas tanto para su honestidad como para la sinceridad de su matador.
Sergio Aguilar se encontró con lo peor del sorteo, recibiendo unas bruscas entradas al capote de su primero, que embestía adentrándose en los vuelos para buscar el roto de la chaquetilla, y que al ir al peto rápidamente se emplea en bajo y sale de la suerte con la embestida más templada. Quite muy apurado de Salvador Cortés donde el toro se muestra en condición noble pero falto de recorrido. Comienza Aguilar por bajo aprovechando el tranco del portugués, que le responde una peligrosa llamada de atención cuando le tira por alto uno de pecho. Obedece menos por el pitón derecho, desarrollando sentido y buscando más el nazareno y oro de la taleguilla que el grana de la franela, la que cabecea al entrar cada vez menos, rajándose y cortando en seco los amagos de embestida renovando la promesa de peligro que se tradujo al fin en un revolcón del que Aguilar no salió con una cornada porque Dios no lo quiso. Alarga más de lo debido ahora la faena, gustándose más a si mismo que a Sevilla, tratando de apelar a la épica en su empeño por hacerse un buen nombre en Plazas importantes y con rivales duros. Angustiosamente encaja un pinchazo profundo y una serie de pinchazos estrambóticos antes de una estocada que no hubiera sido nada mala, si hubiera sido la primera, que no le hace caer tras oír un aviso sino con un descabello entre un leve palmeo al que se sobrepone el silencio para ambos competentes en la estropeada liza, abarullada como el recibo de capa a su segundo, que engancha en varias ocasiones. Salió derrengando del caballo éste ejemplar de mansedumbre inusitada al que comenzó la faena de muleta con voluntariosa verticalidad seguida de dobladillos de aceptable factura, que no pudo continuar, resultándole completamente imposible controlar la tosquedad de las embestidas, aunque desarrolla algo de fijeza en una tanda al natural bien recibida en los tendidos para volver a luchar contra los cabezazos del tardón toro, de cuya cara no se aparta nunca, echando en falta el empuje, y al que no hay más que sacarle, queriendo incluso echarse antes de recibir el estoque y obligándole a entrarle al hilo de las tablas, atronando tras un pinchazo profundo y un descabello y no pudiendo regalarle más que silencio a un Aguilar con muy mala suerte en el sombrero de los papeles.
Toda la que tuvo el sevillano Salvador Cortés al que le salió el ejemplar más fumable de la corrida y con el que pudo desplegar su toreo, un Palha auténtico por fin, entipado y muy armado de nombre con buen augurio, Saleroso, que sale bufando y cruza diametralmente la plaza para llevarse al aire el estribo del burladero del 4, entrando con fijeza y humildad al capote del sevillano, que le teje una muy buena tanda a la verónica contestada por los primeros óles de la tarde, comenzando la faena más completa del festejo, en la que tuvo todo de cara y que tuvo de todo desde el comienzo. Aunque indeciso para entrar en un primer momento al caballo, fue esto más por defecto de la cuadrilla que no lo supo dejar bien en suerte, y entró con alegría y mostrando bravura al fin. Chicuelinas de muchos quilates del Fundi en el quite antes de asistir a la escena que tardaba éste año en darse en los tercios de La del Amarillo Albero, siendo Luis Mariscal el primer banderillero que se desmontera como premio a dos geniales pares que pusieron a Sevilla en pie. Animado por tan halagüeño comienzo, se lanza Cortés a brindar a Sevilla a un toro que cree que le vale y desde los medios le espera la embestida en largo, citándole sin llegar a arrancarlo hasta no haberse acercado ya una buena distancia, para desarmarlo al segundo encuentro. Intentando ligar al natural las embestidas cortas entre las que Saleroso intercala malignas miraditas al cuerpo, le saca el ritmo y en esto se basa, gracias también a que humilla, para componerle una faena por los dos pitones, tirando de valor y colocación dejando desplantes y lances de belleza como un desdén muy transmisor. Vertical y despacioso, el toreo de Cortés alcanza por fin sus mejores cotas cuando con una trinchera da por hecha la faena y la culmina con una certerísima estocada que hace aumentar progresivamente la salida de pañuelos que consiguen para el sevillano una oreja arrancada a raza y de mucho peso como premio a lo mejor de la tarde y una de las mejores, pese a lo dificultosa, y más completas faenas de lo que llevamos visto de feria. En su segundo no tuvo tantas oportunidades de triunfo, pero tampoco le faltó tanto toro como a sus compañeros de terna, un Palha que mostró bravura de una manera extraña: volviéndose hacia el túnel de chiqueros al percibir el movimiento de la puerta al cerrarse, lo que denota bravura e inteligencia, como cuando entra alegre al capote y arreón al peto, altivo y constante. Entregado y apuradísimo quite por chicuelinas del Fundi para despedirse de una tarde en la que no pudo sacar todo lo que esperaba de sí mismo. Bien se lleva al toro casi a los medios Cortés para tratar de trazarle tandas encontradizas al natural, congeniando mejor por el derecho, y desplantándole con más ganas que acierto. Muletazos sueltos sin ligazón ninguna para restarle emoción al conjunto, más de tres son imposibles, cuando el toro se cansa de repetir cabecea, y el sevillano se lo deja todo en el tesón de la lidia pero no tiene toro para desarrollar su concepto de toreo, tomando el camino más corto que, como se decía en clase de geometría, es siempre la línea recta, como la del estoque, con la leve curva de la muerte que le asesta perdiendo el paño tras no poder cuadrar al gazapón sexto que cierra con silencio una tarde en la que lo único bueno fue bastante bueno, pero en la que lo malo fue mucho más, y más malo, de lo que cabría esperar de la divisa anunciada para ella.

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