miércoles, 22 de abril de 2009

Bolívar, en Primera Persona


Francisco B. Carrera


Pudo haber reventado la Maestranza el colombiano Luis Bolívar si se hubiera encontrado con toros de una corrida en la que no le salió mucho mejor lote que a sus compañeros de terna, pero al que supo aprovechar mucho más, sabiendo componer dos faenas que en parte salvaron los trastos de un encierro en el que los mayorales de Peñajara para no decepcionar quisieron presentar toros muy serios y bonitos de estampa, pero que dejaron tanto que desear en el comportamiento que podríamos decir que es lo peor que se ha soltado al albero maestrante, salvando el petardo sin paliativos de Zalduendo ése preciso día, desde el Domingo de Resurrección. El cartel de las tres naciones, compuesto por un andaluz, un francés y un colombiano, no encontró respuesta en los ejemplares de una ganadería que el año pasado se salvó de la quema al llevar buenos lotes a plazas importantes, pero que en su presentación hispalense ha dejado muchísimo que desear de unos animales grandullones pero sin fondo. Asustaba ver el primero que le salió a Antonio Barrera, al que le tocó un lote complicadísimo que no fue el más difícil de la tarde tan sólo, sino de la feria hasta este punto, un playero muy abierto y de interminable cuna, que entraba con protestas pero repitiendo en el capote. Alzando la cara en el peto y más aún en banderillas, engancha por la bragueta, afortunadamente sin mayores consecuencias, al subalterno Paco Peña en el tercer par. El sevillano no encontró ninguna prestación en un rival complicado, peleón y protestón que responde con la cara alta y cuya cuna tiene casi más longitud que el estaquillador, que deja mantazos constantes en la cara al intentar trazarle al natural. Mirón y cortito de fuerzas, se muestra con peligro, desarrollando peligro progresivamente e imposibilitándole por completo la lidia a Barrera, dejándole fácil al menos debido a su propensión a pararse para cuadrarlo y dejarse encajar una buena estocada de la que el sevillano sale de la suerte con dificultad por la amplitud de la cornamenta del burel que tarda en echarse acabando el atropello de faena que recoge algunas palmas en agradecimiento al esfuerzo de Barrera con el Barrabás que le ha tocado en suerte, de comportamiento parecido a su segundo, que se quedaba corto desde el capote, soso y sin celo en el caballo al que entra con embestidas fuertes pero inconstantes. Bautista le cedió el quite al triunfador, pongámosle alguna comilla, de la tarde, Bolívar, que lo aprovecha con tafalleras bien recibidas en los tendidos, otra ocasión en la que demuestra como sabe sacarle a un toro lo que tenga, ya que fue lo único que se le pudo extraer del fondo que no tenía y que buscó incesantemente Barrera, tratando de enseñarle a bajar la cara y peleándose de mala manera con el que entra caminando, asintiendo y recortando los viajes, sin huir pero sin entregarse, poniendo a prueba los arrestos del sevillano que se tiene que enfrentar a un sosainas que lo puede ver en cualquier momento. No tiene clase ni tiene faena, horrible el morlaco y desilusionado el torero, cuesta hasta para cuadrarlo y endosarle una estocada que tiene que ser buena por fuerza, al avalanzarse encima de un marmolillo que queda igual de clavado en el albero con la espada dentro de lo que ha estado durante todo el transcurso de la faena. Silenciado en sus dos turnos de actuación, Antonio Barrera se ha dejado la voluntad en su responsabilidad de anfitrión en Sevilla sin lograr nada más que enrabietarse con dos bichos completamente inútiles para el más mínimo lucimiento.
Tampoco fue capaz de cuajar el francés Juan Bautista, aunque dejó buenos detalles y al comienzo de la lidia de su primero, al que recibió con una variada serie de verónicas, delantales y dos medias, llegó a los tendidos con autoridad, continuando en la línea al poner en suerte al toro para el caballo con un particular galleo respondido a gaoneras muy apretadas por Bolívar, que dejaba con éste quite el primer anticipo de que venía a formar el lío si le dejaban. Brindando a Sevilla comienza con mucho aire llevando en largo a un toro que se desmorona en una durísima voltereta al salir del segundo encuentro con la franela, percance que dejó muy afectado al burel que necesitó de ayuda de los subalternos para volver a ponerse en pié, y que no llegó a recuperarse dando de bruces con la ilusión del de Arles, con el que sólo se pudo portar noble pese a su flojera, cabeceando dolido en el pescuezo y con tendencia a cerrarse hacia el cuerpo. Poniéndolo todo por su parte, Bautista le vende la faena a coste de exponerse a las continuas miradas y teniendo que quitarse de encima los ataques con engaños dificultosos. Media estocada poco más que correcta y algún palmeo perdido entre el silencio que le acompañó también al terminar la lucha con su segundo, que entró entrompicado hacia sus voluntariosas verónicas, al que le tocó ahora lidiar tanto con el toro que no adivinaba bueno como con el disgusto ya sonoro de un respetable que, cansado del ganado que se le está soltando delante, protesta a éste, acompasando a palmas por tangos un tercio de varas lento al que el toro entra, toca el peto y se marcha desganado. Engarzó algunos muletazos a la media distancia el francés, obligándole a templar las embestidas bruscas que en la cercanía se pasan de débiles. Inconstante en las repeticiones, no permite a Bautista componer nada de valía por encima de pases sueltos, teniendo que esperarle las pocas veces que quiere atender al engaño. Nulo de emoción y sobrado de peligro mudo, el quejumbroso quinto recibió una estocada fea pero de efecto rápida, una de aquellas que dejaba Curro, caída y atravesada, pero con la que rueda al momento, en silencio, silencio en las manos y en las bocas de gesto torcido, ojos entornados y aburrimiento sin paliativos en una recta final de un festejo que empieza a acabar con la paciencia de una afición sevillana que está ansiosa, necesitada y que merece TOROS.
Luis Bolívar fue el único que logró sacar del tedio a los más de tres cuartos de entrada que poblaban el coso Baratillero, sabiendo conseguirles acompañamiento a sus dos rivales, aunque no quisieran, como el primero, que rehusaba la pelea en la salida y al que tuvo que salir el de Cali a buscar a los medios para sacarle el genio, cuajándole dos tandas buenas, con una artística puesta en suerte a un caballo al que le cuesta querer entrar, demostrándose manso a ratos, escarbando para ignorar el quite por dos chicuelinas al que entra brusco y buscando escapar con rapidez. En dos capotazos, metidísimo en faena, convence al burel para volver al peto sin fijeza. Genial el tercio de banderillas entre Gustavo García y Domingo Navarro, muy probablemente dos de los mejores garapuyeros del momento. Comenzando con doblones muy rápidos con los que consigue transmisión redondeando con la diestra en dos tandas bien ligadas. Repite y humilla ahora, espoleado por el empeño de Bolívar, y levanta el ánimo de esa afición ansiosa de toros. Muy profundo y colocado, aprovechando cada entrada, tiene que esquivar algunos hachazos y cuando cambia para probarle el izquierdo el toro se lo piensa mucho, rajándose desde ese mismo momento, cortando en seco la faena cuando comenzaba a tomar vuelo, y que culminó con media estocada atravesada y apurando mucho el encuentro, de la que escapó a querencia sin dejarse morir hasta el tercer puntillazo, antes de la ovación agradecida con la que abría boca para hacerse saber a sí mismo el colombiano que podía hacer méritos en el Templo del Arenal, gustoso de las buenas verónicas, como las de bello corte al recibo que no pudo rematar debido a la prontitud de la respuesta del sexto, en embestidas cortas. Se empleó éste en el peto más que sus hermanos pero se querenció tras un tercio de banderillas estropeado al final. En distancia, Bolívar cita a los empujones de un toro que toma la muleta con la cara alta y saliendo en largo, perdiendo manos y negando respuesta a la entrega del colombiano, que le cuajó más de lo que tenía, fijeza y poco más. Con la derecha en recto y cambio de mano de postal para poner por fin música en los instrumentos hasta ahora inéditos (no cuenta entre toro y toro, por supuesto) por hoy de Tejera. Desarrolló Bolívar a su antojo la embestida del morlaco para adecuarla a sus propios movimientos, le ligó al natural una serie de dos tandas con adornos artísticos y colocación de libro, emocionó al fin en los ladrillos y coronó una faena limpia y magistral con un estoconazo hasta la gamuza, quizá un tantito delantero, que al dar con el toro junto a tablas siembra de pañuelos esos ladrillos que le otorgaron una oreja de muchísimo peso y muy lograda para el colombiano, en un momento muy importante de profesionalidad e inspiración, en el que puede aspirar a grandes logros, repitiendo en la temporada ibérica los éxitos cosechados en la americana, gracias a su concepto de toreo clásico, valiente y arrebatado.

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