sábado, 18 de abril de 2009

Comienzo de leves triunfos


Francisco B. Carrera



Ha correspondido a Curro Díaz el honor de cortar la primera oreja de la temporada en Sevilla, al arrancársela a toda costa en una faena cuajada por la emoción y apelando a la épica por un momento a un ejemplar de Pereda-la Dehesilla que se destacó sobre la condición general de la corrida, tampoco mala del todo, pero irregular y con tendencia al manseo. El más difícil de lidiar le tocó precisamente en primer lugar al linarense, a cuyos cites ignoraba continuamente, pasando junto al torero y el engaño sin prestarles atención y huyendo de la pelea. Daba malas esperanzas tanto para los actuantes como a la vista de la afición, que empezaba a temerse ya otro petardazo sin paliativos de los que ya están echando demasiado a la arena de Sevilla. Díaz tomó el acero con rapidez para dejarle dos pinchazos y una estocada de media efectividad. Sin embargo tuvo la oportunidad bien aprovechada de resarcirse en su segundo adversario, al que recibió superando las dificultades que mostraba con una tanda a la verónica bien recibida, para tomarle el pulso y las sensaciones a un toro que no debió de dárselas malas, pues tomó el camino de los medios para brindar a Sevilla, con voluntad y seguridad, firmeza que mantuvo en el primer encuentro, de quietud y temple, arrancando “suspiros de España” de Tejera. Aguantándole los parones al toro e intentando ligar con éxito, más aún al llevárselo en largo, siempre muy pendiente de la colocación, muy en torero y conectando de pleno con los tendidos. Por encima de la condición del toro, entregado al máximo, hasta encontrarse con un derrote en falso que lo echa al suelo con peligroso resultado, cayendo sobre las cervicales para terminar de venirse arriba al levantarse, aún conmocionado, e imponerse al galope cerrado del rival. Con gusto, con temple y firmeza, alternando dos series bien compuestas y ganando por completo el favor de la concurrencia del Coso Baratillero. El primer pinchazo, provocado por la falta de colaboración de un toro que se tornaba huidizo al final de la faena, pareció ser la despedida a la oreja que había ganado a base de raza, pero la buenísima y efectiva estocada que le clavó en la segunda entrada le valió por completo la entrega del público, dándole el primer apéndice cortado en la Maestranza en éste año al torero de Linares. Si bien no ha sido el primer trofeo, ya que en Sevilla una vuelta al ruedo tiene más peso que muchas orejas en muchas plazas, y ésta también la respondió Miguel Abellán, que volvía al Arenal tras cuatro años de ausencia con las ganas renovadas, encontrándose con un lote generoso al que quizás pudo incluso haberle cuajado con mas definición, pero con el que se pudo sentir lo suficientemente a gusto como para salir de Sevilla con la frente alta. Su primer rival, Árabe, fue el mejor ejemplar del encierro, entrando siempre con la cara baja aunque sin una excesiva fijeza. Del buen ritmo, de rail a la postre, el madrileño se supo aprovechar en una tanda de naturales profundos y despaciosos, siempre por abajo, si bien algo faltos de ligazón, consiguiendo el mayor punto de transmisión en un circular invertido magistralmente ejecutado para romper tras él la faena en una variedad de lances con molinetes y trincheras bien apuntadas, entre música y aceptación del público. Advirtiendo que el toro comienza a tardear, Abellán se aplica el cuento de que lo bueno si breve dos veces bueno, le cuelga una muy buena estocada seguida de dos golpes de descabello y hace aparecer minoritarios pañuelos en los tendidos, rotos en una ovación fuerte que le concede esa vuelta al ruedo con rotunda legitimidad. Queriendo repetir las buenas sensaciones, picado en algo quizá por la actuación precedente de Curro Díaz, salió a por todas a por un quinto que ni en el recibo ni en los tercios de preparación le dejó claro que fuera a darle opciones de triunfo, Manso y tardeando, no dejó nada que destacar en los primeros encuentros con la muleta de Abellán. Insumiso y levantando la cara, el bicho entraba desganado a unas series cortas que echaron en falta la transmisión. Metido en los terrenos del toro para darle comodidad, consiguió el madrileño componer un toreo firme y sereno sin alardes, animoso con el toro, suelto y mansurrón pero con un punto de nobleza, como hidalgo de linaje venido a menos. Empeñado en perseguir a un toro que marca ya la querencia y se desentiende por completo de la lidia, Abellán le colgó una gran estocada que el quinto, que no era malo, pero tampoco bueno, recibió distraído y escapando hacia tablas. Una ovación saludó desde los tercios, pudiendo llevarse de ésta manera una buena sensación de Sevilla y dejando la firma de la entrega y la firmeza en una actuación que no desagradó en absoluto.
El lote más complicado de lidiar le tocó al sevillano César Girón, que venía como último en alternativa pero anfitrión en la Plaza de su ciudad, por lo que salió con la jarra de las ganas rebosante, recibiendo a su primer adversario con una larga cambiada de rodillas al hilo de tablas, complicándosele una serie de verónicas con voluntad tanto por lo mirón del toro como por el viento que iba a traer las gotas que rompieron a caer en el tercio de varas, en el que mintió el toro al mostrarse fijo y con clase en la segunda entrada al peto, pretendida muestra de bravura al crecerse tras el primer puyazo. Apurando lances sin llegar a templar hasta la tercera tanda, se creyó también la mentira del toro, que repetía en la muleta en una serie larga y ajustada al natural, tras la que se mostró más duro y rajado. Viendo que el pitón del toro era el derecho, el sevillano jugó con la colocación ante el rival que se iba parando irremediablemente, fijando su vista en los bordados, momento en el que Girón se anima a tomar el estoque y no complicar más la faena. Tras un pinchazo y una estocada profunda pero de efecto insuficiente, algo trasera y caída, saludó al fin una ovación a una faena que pudo haber sido más, con un rival que le encontró más los trastos de lo que él le encontró las formas. Donde no encontró posibilidad ninguna fue en su tercero, un “Fantasmón” que cerraba plaza, aunque fantasmón debía de ser más bien el mayoral al que le dio por ponerle el nombrecito a la criatura, que salió rompiéndole el tergal al sevillano, templado en un buen puyazo, justo y respondido por palmas, de Eugenio García, que se despojó de castoreño por ser el último piquero de la tarde, pero que también pudo haberlo hecho aunque no saliera en ése lugar, dados los dos ataques certeros, muy justos ante la condición de un bicho despistado que fue muy despacito a la llamada en largo de Girón, sin fijeza en absoluto. Logra el torero firmarle tandas profundas a un rival desclasado que busca querencia muy pronto, perdiendo la fuerza que le quedaba al hundir los pitones en la arena, con efecto de un tercer puyazo, con lo que se amorcilló por completo añadiéndole ésta circunstancia a su natural inconstancia: si humillaba no embestía y si embestía no humillaba, con la cara alta y dejando a Girón con algunas palmas entre la mayoría de silencio tras atronarse al tercer descabello, único medio de acero del que pudo hacer uso tras intentar dos veces entrar con el estoque a un toro de cara alta por fisionomía.
Cuando se dice que Dios reparta suerte, la reparte como Él buenamente ve, y esta tarde ha habido un reparto desigual pero lo suficiente como para dar una tarde entretenida y abrigar esperanzas de cara al ciclo comenzante, en el que si los toreros tienen la misma entrega y los toros no se apagan como tres de los de la Dehesilla, podremos disfrutar de las tardes de toros que merece Sevilla.

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